Después de permanecer en el olvido durante años, una exposición da la palabra a las personas que de niños fueron arrancadas de sus familias y entregados a otras ajenas, bajo contrato de trabajo infantil.Una muestra itinerante esclarece este capítulo poco glorioso de la historia de Suiza, entre 1920 y 1960. A finales de la década de 1960, decenas de miles de niños vivieron ese destino. Fueron separados de sus padres y entregados a instituciones u otras familias, principalmente dedicadas a la agricultura. Se les empleaba para tareas duras en el campo, sin que algunos pudieran escapar del abuso.
Durante años, su suerte estuvo cubierta de un pesado velo de niebla. Sólo a partir de la década pasada, algunas de estas personas decidieron salir del anonimato y denunciar la desalmada política social en la que cayeron. "Ha sido muy duro, muy duro contarlo", afirma Michel en una videoentrevista."Muchas de estas personas han escondido su infancia por años y años, temiendo represalias. Han comenzado a hablar una vez que ya no trabajan y que sus hijos son mayores".
Mano de obra a bajo costo
La exposición se basa en entrevistas realizadas a cerca de 300 personas en el marco de un proyecto de investigación. Las razones de una separación de los padres entre los años de 1920 y 1960 eran diversas: pobreza, muerte de los progenitores, divorcio, ilegitimidad, 'abandono moral', es decir, cuando la vida de los padres no correspondía a las normas burguesas...
"Cuando mi padre enfermó, mi madre pidió ayuda a la asistencia social, pero se la refutaron. Éramos nueve hermanos. Prefirieron confinarnos a todos a otros lugares, en lugar de ayudar a mi madre a sacarnos adelante", se lee en un testimonio de la exposición. Para las autoridades, era menos oneroso dar a los niños a otra familia –para emplearlos como mano de obra barata- que ayudar a los padres.
Tratados como parias
Los testimonios de su vida cotidiana muestran el desprecio con el que eran tratados: "Comíamos en un cuarto sin ventanas cercano al establo. No podíamos sentarnos a la mesa en la cocina", recuerda Johann. En una pared de la muestra se encuentran expuestos objetos que tuvieron un significado particular para estos niños, como una muñeca de una niña, que la recibió de su padrino a punto de morir y que fue secuestrada de inmediato por la persona a la que fue confiada.
Sin disculpa oficial
Hay un fuerte resentimiento contra la autoridad: "Temo como a la peste todo aquello que se denomina servicio social, que es oficial, del Estado", escribe André. A veces, los tutores nombrados por el Estado, que en teoría debían administrar los bienes de estos niños, sólo velaban por sus propios intereses. Para sus 20 años, Françoise recuerda haber recibido de sus tutores 200 francos de regalo. La mujer nunca vio nada de los 160.000 francos pagados por la venta de la casa y el terreno de su padre.
"El Estado no pronunció ni una sola palabra de disculpas, nada", exclama Michel. "En 2003, el Parlamento votó contra un crédito para lanzar una investigación histórica y detallada sobre este tema", explica Walter Zwahlen, de la red que une a los afectados. "Sólo la Iglesia Católica de Lucerna presentó sus disculpas oficiales".
Aprender de los errores del pasado
Una vez adultos, estos niños entregados bajo contrato laboral infantil a un destino humillante, han buscado superar el trauma con diversas estrategias. Muchos de ellos consiguieron construir una vida familiar y profesional normal, dejando atrás los recuerdos de la infancia. Otros han encontrado una válvula de escape en una actividad creativa. Para algunos fue más difícil; terminaron en cárceles o recluidos en un hospital psiquiátrico.
swissinfo, Daniele Mariani
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