Solo puede comer dentro de su casa. Cuando lo obligaron a almorzar en la escuela, se encerró en un depósito, no logra comer junto a los otros compañeros. Les tiene miedo, como le tiene miedo a la vida, ya que, simplemente, nadie podrá amarlo nunca como lo hace su familia. Un caso paradójico de lo que puede causar el exceso de amor y protección, la nulidad de la posibilidad de elegir, de vivir.
La mirada de los niños y niñas como OBJETOS DE PROTECCIÓN y no como SUJETOS DE DERECHO se encuentra fuertemente enquistada en el imaginario que la sociedad tiene de la infancia, como mencionan los vecinos y el párroco de esta familia: "son gente buena", "no querían hacerle daño". Igual se lo hicieron, al situarlo como un objeto de adoración y mimos, que generó que ahora a los 13 años no pueda hacer pis solo, tiene que acompañarlo su madre o abuelo.
El abuelo fue condenado a tres años y seis meses. La madre a tres años. La abuela a dos. La jueza Silvia Marini aplicó penas mucho más severas que las que había pedido la fiscalía. En realidad, cómo terminará esta historia, en el plano judicial nadie lo sabe muy bien todavía, es un caso inédito. Sus opciones familiares son complicadas, el padre quien inició las acciones judiciales es un desconocido para él, y es la "persona que más odia en la vida" por haberlo separado de quien de verdad lo quiere.
Un caso para reflexionar acerca de las variadas formas que toma el maltrato a la infancia.
Elena Durón
PETISOS
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