El paso de los años y el conocimiento de la problemática consolidaron nuestra propuesta, que se volvió más compleja y que fue generando un modo de hacer y de pensar distintas actividades junto a niños, niñas y sus familias con la meta de lograr la restitución de derechos vulnerados y la promoción de condiciones de dignidad y felicidad para cada niño, niña y su familia.

Ecuador: 497 niños trabajan en los basurales

La mujer de piel morena, de baja estatura y contextura gruesa hurga una y otra vez entre los desechos para clasificar el plástico, vidrio, cartón y metales en el basural de Quevedo (Los Ríos). Es así como Isabel B. con sus tres hijos, una niña de 13 y dos varones de 10 y 7 años, aseguran el sustento diario.Esta humilde familia es una de las tantas que viven en el botadero de basura. Allí ordena los desechos en largas y sacrificadas jornadas de 06:00 a 18:00. Después, los vende a los recicladores. Esta realidad se repite en 11 basurales de Los Ríos, Manabí y El Oro, en donde se armó una campaña para rescatar a más de 300 niños y niñas trabajadores.La iniciativa fue lanzada ayer en Portoviejo, Manabí, por el Ministerio de Trabajo, el Innfa, la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), el Conepti, el Centro de Desarrollo y Autogestión (DyA), Unicef y el Programa de Erradicación de Trabajo Infantil Proniño.El plan cuenta con un presupuesto de USD 170 000 y consistirá en capacitar y concienciar a los infantes para luego reinsertarlos al sistema escolar. Isabel -que está separada de su marido- espera que la campaña le ayude porque su situación es crítica. “El Innfa me ha pedido que no traiga a mis hijos al basurero, pero yo no puedo dejarlos solos en casa, porque no tengo quién los cuide”. La madre prepara el desayuno y el almuerzo en el basural. Allí, junto a los desechos putrefactos y asediados por millares de moscas y olores fétidos, ella y sus hijos comen sopa y arroz con sardina.Cuando se le pregunta si sus pequeños se enferman, la mujer sonríe y responde “¡no!”. Su hijo de 10 años interrumpe y comenta en broma: “Afuera (del basural) me enfermo, aquí me curo”. Su hermano menor, que camina descalzo y sin camisa, se suma a la conversación y añade en tono jocoso. “Yo no me enfermo porque los gallinazos son mis amigos”. Su hermana de 13 años sonríe.El ambiente en el botadero de Quevedo es deplorable. El hedor de los desechos orgánicos en descomposición es penetrante. A veces se asemeja a excremento, a mortecina, a marisco podrido… Por doquiera que se pisa hay basura maloliente. En varias partes existen lagunas de agua putrefacta producto de la lluvia y del fluido de la descomposición. Los gallinazos se pelean por los desperdicios y se juntan con niños, niñas y adultos cuando hurgan en los desechos.En ese entorno trabajan y juegan los hijos de Isabel sin ninguna protección. Pero no son los únicos, comenta ella. “Hay días que llegan más de 50 niños, niñas y adolescentes a trabajar con sus padres en la chamba. Otros llegan por cuenta propia a ganarse algo”.El año pasado, el Instituto de la Niñez y la Familia registró a 90 niños y niñas pobres que trabajan en el basural de la capital de Los Ríos. Rosa Checa, coordinadora del Innfa en el norte de la provincia, asegura que incluso existen familias que viven en el basural.
Los indicadoresEn el 2002, la OIT detectó 497 niños recicladores de basura en 13 ciudades del país. De esta cifra, el 67% era niños y el 33% niñas. El 67% trabajaba en los botaderos con sus padres y madres; el 33% restante, por cuenta propia. El plan de erradicación del trabajo busca separar a los niños de los basurales, con servicios de salud, apoyo pedagógico, recreación y educación. Además, se ofrecerán capacitaciones técnicas para que las familias mejoren sus ingresos, a través de actividades complementarias.

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